La actual MVP de la WNBA, Elena Delle Donne, se ve envuelta en la batalla más absurda de la época deportiva Covid-19 después de que las Washington Mystics le denegaran su solicitud para no disputar la temporada 2020 en Orlando por temor a su salud.
El miércoles Delle Donne se sinceró sobre la situación en The Players’ Tribune, descargando sobre la liga por no tomar en serio sus preocupaciones. Delle Donne padece la enfermedad de Lyme, o lo que denomina «Lyme crónica», consecuencia de haber contraído la enfermedad en sus primeros años de vida. El resultado es una vida de efectos potenciales, la necesidad crítica de la gestión de los síntomas, y ser definido en una categoría de alto riesgo para los proveedores de salud.
Cada día, Delle Donne se ve obligada a tomar 64 pastillas para evitar la progresión de sus síntomas. La estrella de la WNBA detalló cómo su médico escribió una larga explicación a la liga sobre su situación y los riesgos que entrañaba, explicando que quería jugar, pero que había grandes preocupaciones sobre el hecho de viajar a Florida en medio de una pandemia, incluyendo la preocupación de que los hospitales se saturaran con los casos de Covid, hasta el punto de que no pudiera recibir un tratamiento eficaz, en caso de que tuviera que ser ingresada en el hospital debido a su enfermedad de Lyme.
Aun así, la liga rechazó su solicitud, diciendo que su situación no justificaba una exención médica. El sentimiento que prevalece en la carta de Delle Donne no es de enfado o rabia, sino de profunda decepción. Decepción por una liga por la que ha sacrificado tanto para formar parte de ella. Los vuelos congestionados, jugar con hernias discales durante la fase final de 2019, la falta de igualdad salarial… todo ello lo ha soportado a lo largo de su carrera. Ahora la misma liga de la que ha sido imagen durante gran parte de su carrera ha insinuado que se inventa una condición médica para no jugar la burbuja de la WNBA. Una horrible sensación ineludible de que tu empleador no está ahí para ti en un momento de necesidad, y reduciendo a una persona con problemas de salud muy reales a ser simplemente un engranaje de una máquina para mantener la liga en funcionamiento durante una pandemia.
Lamentablemente, no hay salida para Delle Donne. Señala que su salario no es suficiente para luchar contra la WNBA en los tribunales, como podría hacer una jugadora de la NBA. No tiene ninguna posibilidad de apelar la decisión de la liga, sino que se ve obligada a viajar a Orlando y prepararse para la temporada, una perspectiva que la asusta con razón, o a renunciar a su sueldo. Delle Donne sopesa esta decisión en su carta, diciendo que aún no está preparada para tomar una decisión porque hay muchos factores en juego, pero aborda la situación con humildad, reconociendo que millones de estadounidenses están teniendo iguales o incluso mayores dificultades para decidir sobre su seguridad personal y conseguir ganar dinero en la pandemia.
Estamos acostumbrados a ver a los atletas y a las ligas luchar por el futuro y los derechos de los jugadores, pero no en esta circunstancia. La salud de una jugadora durante una pandemia debería trascender las disputas, superar el marketing, especialmente cuando la jugadora implicada es sinónimo de la propia liga. El concepto de la WNBA de rechazar la petición de Delle Donne, que vino acompañada de una carta del médico en la que se explicaba el riesgo de que jugara en un punto caliente de Covid, es más que reprobable. Hace que sea difícil entusiasmarse con el regreso de la liga sabiendo que Delle Donne está luchando con una decisión como esta.
Ahora mismo lo único en lo que debería centrarse la WNBA es en la salud de sus jugadoras. A partir de ahí podemos preocuparnos del juego en sí. Si no se mantiene una mitad de ese contrato social de vital importancia, todo el resto parece una decepción.
